Mientras callo, mi fuerza se desvanece,
cuando evito hablarte, cuando evito verte,
al pasar tú por mi camino,
justo cerca de la intersección de mi alma con mi destino,
pretendo que olvido…
y quedo en silencio,
me siento impotente al verte tan dulce, con ojos tan tiernos.
No es que no te ame,
no es que no te crea,
es que me uní a los mortales en esta decadencia,
de razonar todo entre ideas huecas y coincidencias,
y creer que soy lo que hago, lo que digo y lo que tengo.
Discretamente indiferente a tus promesas,
pues se oyen tan fantásticas,
y para mi humanidad tan opuestas;
cómo yo seré aquello de lo que tú hablas,
si me conozco, sé de mis fuerzas, mis lagrimas, mi ausente gozo,
río a la puerta como Sara, y una vez más me equivoco,
olvidando tu luz en mi oscuridad de Otoño.
Ajusto tu misticismo a mi limitada mente,
evitando hablarte cuando pasas y me ves tan expectante,
tan amante, tan consiente.
Consiente de mi, de toda esta mi fragilidad
viendome con tu amor eterno…
Que repite a mi oído,
“No te dejaré, hasta que todo en ti haya hecho”
“No te dejaré, hasta que todo en ti haya hecho”.
“No te dejaré, hasta que todo en ti haya hecho”.
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