No es tu semblante, ni lo razonable de tus argumentos, veo en lo que dices que tienes miedo, que lloras por dentro, que quisieras una respuesta, pero al pasar por aquella intersección de emociones elegiste ser movido por tus supersticiones. Es en los golpes de desesperación que lanzas, como un boxeador cansado que de tanto caer se levanta, que un mundo alrededor de ti contempla y lamenta tu causa.
¿Cómo fue que caíste de tan gran momento? ¿En qué segundo aceptaste las mentiras que no eras tan bueno? ¿Dónde fue que decidiste dejar de escuchar al Maestro? ¿Cómo fue que esa pequeña levadura leudo toda tu masa y ahora estas tan lejos de discernir lo que hayas frente la balanza? ¿Por qué decidiste dar tanto crédito a quienes lastimaron con sus palabras? Despierta tu espíritu una vez más y esquiva las lanzas.
Arrepiéntete de donde has caído, reconoce que no fue nadie mas que las decisiones que tomaste tú mismo, que todos pelearon por su vida y ese disparo contra tu alma no fue de tus compañeros, sino de tu peor enemigo. Observa a los soldados a tu lado y sin culparlos comprende, que dura es la guerra y cada uno por su propia vida se aferra, que las heridas no hablan de tu derrota, sino de que caminabas contra un enemigo feroz que sabia que tu mejor momento era ahora, que temía tus rodillas, tu despertar, tu arrojo y valentía.
Es tiempo de desintoxicarte de toda mentira, de gritarle al adversario que se burla de tu vida. Escápate como gacela y toma otra vez tu rumbo, porque fuiste diseñado para sentarte a la mesa, no para mendigar las migajas del mundo. Eres un pacto que con sangre en la cruz se pagaba, eres luz, eres una incansable alma. Levántate hoy que duermes, gríta con tu espíritu pues hoy es el momento, de levántate, de volver con tu arrojo, mirar de frente al enemigo y arrebatarle de una vez por todas tu destino. No caminas solo, permitele al Señor dirigirte con su espada desenvainada, pues esto que pretendia destruirte era solo un entrenamiento para mayores victorias, para desintoxicar tu alma.
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