Caminamos junto a guerreros descorazonados, muchos de los que quedaron en el camino y algunos tantos que con casco en mano vemos regresando. Sus conversaciones y semblante es desalentador y si conversaras con ellos por tiempos prolongados quién sabe si pudieras salir de allí con valor. Entrenaron para este momento, para aún dar su vida en batalla, pero las dificultades eran muchas y pocos los compañeros que vieron peleando aún en la raya.
Allí también, nosotros, guerreros de gran coraje, frecuentemente nos desalentamos. Olvidamos ver esto como la escuela de entrenamiento de Dios. Como el lugar ideal para pulir nuestra fortaleza, afirmar nuestras debilidades y alentarnos a seguir peleando. Cargamos con la escuela, los libros aprendidos, las platicas, lo sencillo que nos fue antes decirlo. Pero ahora, esto es la guerra. Y muy pocos son quienes siguen vivos.
Anhelamos entender este momento, comprender el por qué de las cosas, pasamos horas interminables frente a la vida de tantos por las redes sociales, nos hemos vuelto adictos a los programas de ‘reality’ en la televisión y cuando entablamos conversaciones es para comparar si lo que estamos viviendo esta bien o mal. Porque todos queremos respuestas. Que se nos diga que mañana será mejor, que vamos bien, que dentro de poco tiempo llegará aquello que quitará por completo nuestra ansiedad y nos hará felices. Pero, no es así, se nos toma por sorpresa con aquello que jamás escogeríamos, como en una batalla, disparándonos de diferentes puntos sin alcanzar a ver al francotirador.
Es como si el bien y el mal corrieran por líneas paralelas y casi siempre al tener algo bueno, por otro lado obtuvieras algo no muy gratificante. ¿Te has fijado?.
Así que, o estamos en una guerra despiadada o somos el personaje principal y nadie nos aviso lo que vendría. Lo que al parecer, es ambos. Alguien nos mira desde la mira de su cañón y somos el personaje principal, escogido por Dios para lograr algo grande.
“Algo de oposición es de gran ayuda para el hombre. Las cometas suben en contra, no a favor del viento. –John Neal”
Si prestas atención y con mucho cuidado observas aquellos momentos de presiones en el pasado, frecuentemente veras que estas adversidades y tiempos confusos llegaron para despertar nuestra alma dormida, reavivar nuestras fuerzas y fortalecer nuestra fe para lo que seguía.
¿Qué siguió después de tu pasada gran presión? ¿Cuál fue tu respuesta en aquel momento y cómo hubiera sido si hubieras respondido diferente?
“La sabiduría clama en las calles,Alza su voz en las plazas; Clama en los principales lugares de reunión;En las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.” -Salomon (Proverbios 1:20,21
Traduciéndolo de cierta manera nos dice que la respuesta esta en todos lados, la pauta de la gran melodía se toca continuamente en alta voz y esta es para involucrarnos.
Pero, ¿cómo escuchar la nota? ¿En qué momento saber que lo que esta sucediendo es bueno, aunque grite a todo volumen con odio hacía nosotros? ¿Cómo interpretar lo complejo como simple y ver a Dios entrenándonos, puliéndonos?
No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos. – C. S. Lewis
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