“Si lo que llamas amor no esta dispuesto a hacer cosas extravagantes, apasionadas o extremas tienes entonces que renovar tu filosofía del amor”. -Rodolfo Orozco
El “te amo” se ha abaratado, comentaba una compañera de trabajo. Es muy fácil decir hoy en día ‘te amo’ dar la vuelta, ver nuestra comida o programa favorito y decir “amo ese programa, o amo mis zapatos nuevos, amo los tacos de trompo”.
Amo… ¿los tacos de trompo?
Y es que mucha de la venta del amor va en razón de cuánto puedo recibir sin comprometerme tanto, cuánto puedes apreciarme sin estorbarme, cuánto puedes llenar mis expectativas o cuánto puedes ser lo que yo quiero que seas.
Y olvidamos entregarnos, nos ocultamos en un sin fin de expectativas para poder sentir que verdaderamente somos compatibles, y aún allí no amamos. No entregamos todo por otros si otros no lo dan primero por nosotros; si no recibimos nada a cambio, nos cuesta dar y si no hay un “yo también te amo” de regreso, dejamos por ese amor luchar.
El amor es decir, conozco todo de ti y aún así te amo.
Contaban esta mañana en la iglesia acerca de aquella mujer que derramó un perfume carísimo a los pies de Jesús. Cómo ella llegó hasta quebrar el envase mismo para que no quedará ni una gota dentro. Todo esto a 48 horas antes que el Maestro fuera crucificado. Leyendo entre líneas, pensando en el momento que era golpeado, latigado, escupido y crucificado, él aún podría oler algo de aquel perfume con el que fue empapado. De alguna manera, el amor extravagante de esta criticada mujer le recordaría a Jesús en su momento más duro cuánto era amado.
Todos necesitamos esta clase de amor, un amor que este presente aún en los momentos más difíciles, aún en los momentos en que no mereces ser amado.
Un amor extravagante.
Un amor entregado.
Un amor que dice, conozco todo de ti y aún así abro mis brazos para morir por ti.
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