Y es triste llegar a una fiesta sin tanta gente, ver un cuarto de hospital sin visita, un acceso de llegada de aeropuerto con tantas personas solas, sin nadie que los reciba. Necesitamos de otros. Que aunque quizás no tengan un consejo tengan un oído listo para escuchar. Que aunque quizás no posean la ayuda necesaria lloren, rían y se alegren con nosotros.
Tenemos la calidad de amistades que sembramos. Por lo tanto, no debemos exigir de otros lo que nunca invertimos en ellos. Los amigos que nos rodean son esos a quienes hemos escuchado, abrazado, aquellos a quienes hemos dedicado tiempo y con los que hemos compartido de nosotros.
No somos una isla, necesitamos de otros. Otros que nos alienten en momentos de prueba, que nos recuerden quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos. Esos amigos que son más que hermanos.
La satisfacción personal se promueve a nuestro alrededor por sobre todas las cosas, comprar, tener, hacer más para “sentirnos mejor”. Y es allí que nos volvemos egocéntricos, buscando llenar nuestro vacío, pero ningún vacío se llena sólo viendo por nosotros mismos, sino que al ver por otros encontramos la verdadera satisfacción, al ayudar a otros que van pasando por las mismas trabas, que tienen las mismas preguntas y que necesitan de alguien allí que siquiera sienta lo mismo que ellos.
El punto no es señalar a quienes no son buenos amigos o con quienes estar y de quienes alejarte. No. Eso sería de nuevo regresar a ver por uno mismo. El punto es pensar a quién podrías llamar en ese momento que te sientes más solo, más aburrido o estresado, con quien podrías pasar tiempo de calidad y darle eso que tú buscas de otros. Sembrar lo que quisieras cosechar genuinamente.
Sé que quizás va en contra de lo que hemos aprendido, de cómo nos sentimos. Pero, inténtalo, piensa en alguien a quien podrías darle una palabra de animo en tu frustración, considera a una persona que alguna vez hizo algo por ti y ve pasa tiempo con ella, escribe una tarjeta de agradecimiento y déjala en el buzón de quien va pasando por momentos difíciles, lleva café a ese amigo que has dejado de ver por cualquier motivo y da. Da de ti.
Porque aunque el mundo busque dirigir tu atención a lo que te falta, Dios te invita a contar tus bendiciones y ofrecer lo que tienes, para allí darte más, como un mensajero del cielo. Amando a los que menos merecen ser amados, dando a los que no se les ocurre dar, agradeciendo a quienes alguna vez hicieron algo por ti.
No Comments