Esta semana me propuse responderle cada pregunta a mi hijo de 4 años. Él esta en la edad de los constantes “¿por qué?”.
A menudo no tengo más respuestas, solo un “no sé”. Y con esa respuesta también viene una pregunta, ¿por qué Papá? ¿Por qué no sabes eso?
En mi labor trabajando con adolescentes por casi 20 años he aprendido que decir no sé es a menudo más importante en mi relación con ellos que una respuesta bien formulada.
Es ser vulnerable y honesto. Confesarles que, a menudo, cómo tú, no sé.
Al hacer esto hay una vibra diferente en esta relación de amistad, mentoría.
Una invitación para aprender juntos y escuchar las opiniones de los más jóvenes. Respetar su punto de vista y valorar lo que ellos han aprendido que aún yo no sé.
Una libertad que relaja la atmósfera y esa respuesta a esta ansiedad latente de no tener todas las respuestas para su futura vida adulta.
Es decir. Esta bien si no sabes aún siendo adulto.
Aprendamos juntos. Apoyemonos uno en el otro.
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